Paco de Lucia
Francisco Sánchez Gómez Algeciras

1947 (Cádiz, España)

Paco de Lucía

Es quizás el más universal de los flamencos. Su padre fue un tocaor modesto que nunca llegó más allá de las reuniones de aficionados.

"Uno es lo que es en su niñez, y yo en mi niñez a todas horas estaba rodeado de flamencos". Tenía trece años cuando comenzó a trabajar en la compañía de baile de José Greco. En lo que todos comienzan: el acompanamiento al cante y al baile. Y eso lo hacía de forma impecable, pese a su extremada bisonez. En 1961 conoció a Camarón, y según ha dicho alguna vez se enamoró de él para siempre. Recuerda aquella etapa como la más bonita de su vida. Con frecuencia juntos en gira el cantaor y él, "estábamos tocando y cantando a todas horas, noches enteras inventando cosas". Y grabando discos que ahora son más escuchados que nunca. Paco de Lucía siempre admiró al de la Isla más, quizás, que a nadie, porque representaba el ideal que hubiera querido ser él. "Yo nunca quería ser concertista, porque lo que me ha gustado desde que era nino era cantar. Pero era muy tímido, muy gordo, con mucho sentido del ridículo, y me escondí detrás de la guitarra. Soy un cantaor frustrado".

A comienzos de los setenta, el arte de Paco de Lucía había sido reconocido en el mundo. Tenía ya perfectamente definido su estilo, después de una primera etapa en que Nino Ricardo había sido su modelo fundamental y una segunda en que descubrió a Sabicas, Mario Escudero y otros, para ir después fijando su propia forma personal de tocar. En 1975 dio un concierto que hizo historia en el Teatro Real de Madrid, a partir del cual su consagración fue definitiva.

Su permanente inquietud innovadora ha recibido reproches de los vigilantes de la ortodoxia a ultranza. Ciertamente hubo un tiempo en que sus constantes aportaciones le convirtieron en el mayor revolucionario de la música flamenca. Él ha confesado que llegó a sentir miedo cuando se dio cuenta de que cambiaba con relativa frecuencia en su forma de tocar, hasta que un día comprendió que "haga lo que haga, mi sonido permanecerá siempre flamenco porque soy quien soy".

Desde entonces toca con más espontaneidad, permitiéndose libertades que poco antes ni hubiera sonado. Particularmente llamativas fueron sus tentativas de aproximación a otras músicas, que no sólo enriquecieron su arte sino que tuvieron decisiva influencia en el flamenco posterior. Tiene asumido, sin embargo, que nunca puede perder su identidad flamenca, y que precisamente en ella está su fuerza. No sabe música y todo lo ha aprendido a golpe de intuición. Reconoce carecer de técnica musical, pero en cambio tiene recursos que él mismo se ha inventado. "Lo que da fuerza y motiva mi manera de tocar es precisamente el hecho de ser flamenco, si no fuera flamenco no sería nadie"