Isabel I la Católica

1451 - 1504 (España)

Isabel I la Católica

Hija de Juan II y de su segunda mujer Isabel de Portugal. En 1469 contrajo matrimonio con Fernando II de Aragón y a la muerte de su hermano Enrique IV de Trastámara, entabló una guerra con su sobrina Juana la Beltraneja por la sucesión al trono castellano.

Su triunfo en dicho conflicto sucesorio coincidió con la unión dinástica de Aragón y su reino. Isabel y Fernando inauguraron en España el Estado moderno. Fue con ellos cuando se finalizó la empresa medieval de la Reconquista, se inició el camino hacia la unidad territorial; que se consumaría con Felipe II. Los reyes pretendíeron sanear las instituciones existentes y crear otras que pudieran servir a su autoridad, se inició con la reorganización legal de las Cortes de Toledo, continuada con la recopilación de las Ordenanzas Reales de Castilla (realizada por Alonso Díaz de Montalvo) y con la inserción de letrados en el gobierno como grupo adicto al poder de la monarquía: ellos formarán parte del Consejo Real y de los nuevos consejos, serán alcaldes y oidores de las cancillerías y audiencias, y corregidores de las ciudades.

La nobleza, que acató el triunfo de la guerra de Sucesión, fue también su colaboradora en el nuevo régimen, viendo consolidado su dominio económico y social y generalizada legalmente la institución del mayorazgo. En un momento de calma internacional, los reyes decidieron terminar con el último bastión musulmán en Europa occidental mediante la conquista del reino Nazarí de Granada (1481-1492), al que repoblaron con más de 35.000 castellanos.

Aunque la obra de Fernando e Isabel es prácticamente inseparable, fueron decisiones preferentemente de Isabel el empeño de conseguir la unidad religiosa mediante el establecimiento de la nueva Inquisición (1478), dirigida en principio contra los conversos que judaizaban en Andalucía y extendida después por todo el reino, la expulsión de los judíos (1492), medida complementaria de la anterior, que les obligaba mediante decreto a convertirse o emigrar, y la conversión de otras minorías religiosas como los moriscos de Granada, a los que trató de atraer mediante la tolerancia y las predicaciones de fray Hernando de Talavera y, al no conseguirlo, impuso los métodos más severos del cardenal Cisneros, provocando rebeliones de 1499 a 1501, seguidas de conversiones en masa al catolicismo. La selección de buenos obispos y la reforma del clero contribuyeron también a reforzar este intento de unidad religiosa.

La reina pretendía mantener una buena relación con Portugal, a través de enlaces matrimoniales como el de su hija Isabel con don Alfonso de Portugal y, a la muerte de éste, con don Manuel el Afortunado, así como la de su otra hija, María de Aragón, con don Manuel cuando éste enviudó. Gran empeño puso igualmente en la expansión ultramarina en el Atlántico, que iniciada con Canarias, culminaría con el descubrimiento de América (1492). Aunque después de las primeras empresas colombinas, ni ella ni su marido, que siguieron protegiendo a Cristóbal Colón, se volcaron en la empresa, Isabel marcó su impronta por el empeño de que se cristianizara a los indígenas y que no fueran esclavizados según las normas jurídicas vigentes.

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